Elogio a la desconexión (post-96)
Aquí estamos de nuevo, después de 12 días de escrupuloso silencio digital, salvo algún comentario aislado en un blog o e-mail respondido en una noche de mono, que conseguí superar sin mucho problema.
Vida analógica a tope con agenda más que entretenida: 1) arbitraje entre niños con edad hiperactiva y jaleo persistente, 2) complicidad y largas conversaciones (sin mediar artefacto alguno) con la gente que más me importa, 3) huida del asfalto y consumo de porciones generosas de naturaleza, 4) senderismo y puesta a punto del tono físico, 5) goce del sueño profundo y reparador de los días sin prisas, 6) captura lenta de imágenes con mi cámara fotográfica, 7) pensamiento ligero y refrescante, no utilitario, aparentemente sin propósito.
Hoy pretendía contaros a grandes rasgos cómo han sido mis vacaciones, entre el País Vasco y Andorra, pero al final me voy a liar con otra reflexión que me parece mucho más interesante, y tiene que ver con la necesidad o no de “desconectar”. Más adelante hago mi relato de estas vacaciones, para quien le importe, con imágenes incluidas.
Como expliqué en mi post anterior, y comenté además en un interesantísimo post de CumClavis, que no es otro que el amigo Manel, creo en las virtudes de la desconexión vacacional. Después de practicarla ésta vez con más disciplina de lo habitual, es de los pocos dogmas que me atrevería a recetar a mis amigos. Lo he experimentado, y es reparador.
En mi post anterior me quejaba de estar metido dentro de un bucle de sobre-exposición digital que me parecía, como mínimo, excesivo. Compartí públicamente mis dudas sobre esto, y más de un colega en-redado me da la razón, aunque sé que es el tipo de reflexión molesta que los instintos básicos del “homo digital” prefieren esquivar.
Con la invasión (para bien y para mal) de estos diabólicos aparatitos llamados móviles, y de su versión evolucionada de PC miniaturizados (los “smart-phone”), el mandato digital nos persigue como una sombra en todas partes.
Los bits no pesan, menos mal, pero alcoholizan. Por eso pienso que hoy, más que nunca, conviene imponerse ciertas pautas que propicien no solo el escape laboral, sino también, cierto tipo de “escapada de lo digital”.
En el post que he citado antes de Cumclavis que se titula precisamente “¿Desconectar?”, y que recomiendo mucho leer, Manel pone en duda las virtudes de la “desconexión vacacional” y en buena medida desaconseja su práctica. Sus argumentos son inteligentes y conviene tenerlos muy en cuenta.
Si bien adelanté en su artículo, por pura intuición, unos comentarios contrarios a su tesis, quise esperar al término de mis vacaciones para experimentar por mi mismo lo que sentía y entonces poder escribir un post más honesto, basado en mis propias vivencias.
Así que voy a resumir lo que pienso al respecto, después de mi experiencia de desconexión:
1) Recomiendo la desconexión como disciplina, como práctica auto-impuesta, aunque sea en dosis incompletas, pero siempre intentarlo como objetivo consciente.
La recomendación de CumClavis de “Haz lo que te apetezca realmente hacer y no hagas nada sin querer, por qué creas que debes hacerlo” me parece bonita pero algo arriesgada e insuficiente en este caso. ¿Qué “le apetece” habitualmente a un alcohólico (en todos sus matices, incluyendo el “workaholic”)? Pues seguir bebiendo de la misma pócima… no “le apetece” otra cosa, sin embargo no es la pócima lo que le hace bien.
Por eso para mí, y respetando todos los puntos de vista, veo la desconexión como un deber sano, que conviene practicar aunque el cuerpo no te lo pida, es decir, aunque la inercia de los hábitos (o el ímpetu de la pasión por lo que estás haciendo en ese momento) genere una necesidad de conexión que puede tener mucho de síndrome de abstinencia. En definitiva, muchas cosas buenas que nos gratifican en la vida tienen que ver con el “deber” y no necesariamente con el “querer”. Los instintos naturales muchas veces son engañosos.
2) La búsqueda de “desconexión” de tu trabajo no implica, necesariamente, que éste no te guste. No es mi caso, por ejemplo.
CumClavis sugiere que la “sublimación de la desconexión suele ser paralela a la demonización del trabajo” y en parte tiene razón, pero solo en parte, y las excepciones son relevantes. Opino, incluso, que ahí está precisamente el hándicap de su tesis: “desconectas porque no soportas lo que haces” en lugar de pensar que “desconectas porque es sano y renovador abrir el foco y cambiar la mirada… y más aún cuando algo te absorbe demasiado porque te gusta”.
3) El punto anterior es, a mi modo de ver, crítico, porque tiene que ver con el concepto budista del desapego.
Personalmente he aprendido mucho intentando practicar el “desapego”, a veces con éxito y otras no. Mientras más te gusta algo, y más absorto te tiene (insisto… ¡¡te gusta, lo quieres!!!), más riesgo de “apego”, de dependencia, de obsesión. Y esto tiene muchas lecturas, tanto en el mundo laboral como en el del uso de estos maravillosos cacharrillos 2.0.
Siendo así, la única receta posible para ganar perspectiva, y recuperar algo de mirada objetiva, es poniendo distancia de un modo consciente, como disciplina. Quien dude de esto, que eche la mirada atrás y recuerde (si lo ha vivido) algún “amor obsesivo”, de esos que narcotizan, y entenderá bien lo que significa el “apego” y cuál es la única receta para salir de él = ¡¡aléjate un tiempo, recupera el juicio, busca otros espacios!!
4) Es cierto, “desconectar” y “descansar” no es siempre lo mismo, pero ¡¡hacen falta los dos!!
El descanso por mera supervivencia (y por placer, en sí mismo, si aprendemos a disfrutarlo), y la desconexión para renovar el stock de conocimientos y sensibilidades con material aleatorio que no vas a encontrar nunca dentro de la caja. Si eres curioso, incluso, puedes encontrar en el puro descanso “conexiones” sorprendentes, pero ¡¡sin esfuerzo!! que es lo que toca…
5) La “desconexión-con-descanso-incluido” es mi receta.
Ahí intento ser dogmático. Esto implica distanciarse de verdad de toda “actividad profesional”, incluso de aquellas que son distintas (o con menos presión) que las que te dedicas habitualmente.
He puesto a prueba esa tesis en estas vacaciones. Me leí “El Artesano” de Richard Sennett, y comprobé que la lectura no es siempre la mejor forma de descansar si el libro se solapa con tu actividad profesional. Un consultor (pretendidamente) artesano si lee esa obra no desconecta, ni descansa. Aprende, eso es innegable, pero no sale del bucle de los mismos pensamientos. Por lo tanto, no basta con cambiar el ritmo y contenido de la “actividad profesional”, sino que conviene aparcarla y sustituirla por ocio, descanso, charla frugal y viajes.
6) La desconexión no atonta, ni produce espejismos, si la usas como una oportunidad, quitándole todo sentido engañoso de “evasión”. Prefiero verla como “renovación”, desapego y búsqueda de riqueza en mi vida.
Ahora bien, si eres de los que desconecta como evasión, para vivir la ensoñación de un mes de consuelo existencial (que insisto, no es una ley o premisa de la “desconexión” como parece sugerir el amigo Manel), entonces revisa el problema de fondo, que estará seguramente en como vives “conectado” la inmensa mayoría del año.
7) Prefiero “vacaciones” repartidas en el tiempo, y no concentradas.
30 días me sobran, y es descanso que después me falta. Al menos yo puedo hacerlo así porque dispongo de algo de flexibilidad, así que la aprovecho. Mi tope son 15 días, incluso con una semana me basta. Para mi gusto es mejor cuatro “mini-vacaciones” de una semana repartidas en el año que un mes entero, pero bueno, entiendo que cada uno tiene su forma particular de metabolizar el descanso.
Antes de terminar quiero añadir que mi recomendación NO es: “las vacaciones son solo para huir totalmente de cualquier cosa parecida a lo profesional”. Aquí quiero introducir un matiz para ser honesto conmigo mismo.
Lo que sugiero, por llamarlo de algún modo, es planificarse unas “vacaciones-compuestas”, o sea, dedicar una parte a “descanso-excluyendo-toda-actividad-profesional” (por ejemplo, 10-15 días) y el resto al “descanso-que-consiste-en-cambiar de actividad-y-de-ritmo”, pero siempre insistiendo que la primera parte no puede faltar.
Y en cuanto a la segunda parte, y para aquellos que puedan hacerlo porque disponen de autonomía para gestionar su tiempo, recomiendo vehemente fijarse como hábito una semana, en cada semestre, de “migración creativa”.
Por ejemplo, en lugar de concentrarlo todo en Agosto, reservarse una semana en cada semestre para practicar el tipo de descanso que sugiere CumClavis, que está ligado a la regeneración de la actividad profesional. En el post-65 comento mi experiencia al respecto, que se ha convertido en un hábito, porque he visto que es una práctica muy reconfortante y productiva.
Volviendo al tema del post, y por terminar, quiero insistir que el descanso-por-el-descanso es una práctica que se agradece a largo plazo. A corto y con el vigor de la juventud no parece tan necesario, pero con los años uno se da cuenta que cuerpo y mente son sabios, y conviene mimarlos desde temprano. Debes, aunque no quieras.
smart
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Amalio
@JT: Estamos de acuerdo que el resultado de una voluntad bien encausada es muy gratificante. Ser sistematicos es lo mas dificil, por lo menos para mi. No me gustan las rutinas… pero he aprendido que a menudo son necesarias, en la dosis adecuada. Por cierto, el término “infoxicación” se lo debemos hace tiempo a Alfons Cornella, que yo sepa… pero Alberto lo ha usado muy oportunamente.
@Julio: Jjjj… el post y los comentarios se han leido y escrito despues de la “desconexión”. Ya veo que cuesta creer en esto…jjjj… e intentamos buscar el resquicio para ser excepticos… mmmm, voy confirmando mi pronóstico, esto se me parece cada vez más a las adicciones…. todo cuadra.
Julio Pérez-Tomé Román
Todo muy bien, incluso estamos prácticamente de acuerdo. Pero entonces, todos estos comentarios (lectura previa incluida, escritura en el caso de Amalio), los teníamos que haber hecho o no?
:=)
aitores
mi abuela dice
descánsate para trabajar, y trábajate para descansar
JT
Desde luego, lo de “atomizar” los descansos y la variación de actividades, reconozco que es para el que pueda. Hay que ser un poco sistemático por naturaleza, o hacer un esfuerzo consciente de voluntad bastante grande. Pero para mí no deja de ser algo digno de buscar o intentar, el resultado es muy gratificante.
Claro que también tiene sus peligros, ahora que lo pienso: mal llevado, puede disminuir la concentración, o la intensidad de dedicación, tan positiva para el avance de muchos proyectos. Al menos mis temporadas más productivas suceden cuando llevo un proyecto en la cabeza con cierta continuidad, siempre volviendo a él. En ese aspecto, la separación en períodos más largos creo que puede ayudar.
Ya depende de cada persona, por supuesto. Todo es buscar el equilibrio, el compensado “camino del medio” que es un poco de lo que se habla por aquí: De ser un poco anfibios y omnívoros en la vida. No somos máquinas de un solo combustible, eso a la larga nos “intoxica”, como bien comentáis.
Y sí, la “tesis” que comenté es una posibilidad bastante catastrofista/extremista, a la que espero que no lleguemos. De igual modo que tampoco soy partidario de volver a las cavernas, la cultura es lo más maravillosamente humano que tenemos, y avanzamos con ella.
Me ha gustado el término “desinfoxicación”, Alberto… es deliciosamente certero. Este post/debate en general es “de chincheta”.
Amalio
Gracias, Carme. Asi es, el post de Manel nos “conecto” a todos con este tema que da mucho de sí. Es lo que tienen las propuestas interesantes, “con tela” para debatir.
Los resultados a mi me dicen que es buenísima la desconexion-descanso-total, y por eso la defiendo. Pero incluso, invitaría a probarlo pero ¡¡de verdad!! a aquellos que no lo ven todavía…
Un gusto verte por aquí…
Carme
Me ha gustado el post. Veo que Manel, con su “desconectar?”, nos ha provocado a todos, eh! 😀
Como decís, es un tema muy complejo, por muchas razones. Creo que desconectar como modo de tomar perspectiva es muy válido, pero para valorarlo nada como analizar los resultados, el impacto que puede tener en el día a día posterior.
Estamos viviendo cambios importantes en el modo en nuestro trabajo y ocio, se difuminan los límites entre lo personal y lo profesional, entre trabajo y ocio… por eso nos vemos revisando el significado de conceptos como descansar, desconectar, las vacaciones…
Amalio
@JT: Las vacaciones renuevan, amigo. Vengo fresco como la lechuga… La foto es de un glaciar en Nueva Zelanda, una experiencia inolvidable. Las tres imagenes que he puesto tienen el propósito deliberado de provocar relajamiento, el imaginario de la desconexión que sugiero en el post. En situaciones como esas, lo profesional se esfuma, se evapora… la naturaleza hace su trabajo en el cuerpo-mente, y lo hace muy bien. Es descanso activo, no pasivo… pero distinto al del despacho.
Me ha gustado la idea de “atomizar” los descansos. Es tambien una forma de hacerlo, y posiblemente la más eficaz pero… para quien sea capaz de practicarla, y no es mi caso. Esto tiene algo que ver con lo que dicen @Yoriento y @Cumclavis que ya comento.
En cuanto a tu tesis, no me seduce la idea de “protegerme” de la tecnología, y menos de la cultura. La cultura bienvenida siempre, pero con criterio e interpretación crítica, no en plan clónico-OT. La tecnologia tenemos que aprovecharla, es buena para nosotros si sabemos usarla. Más que protegernos de ella, tenemos que humanizarla, que ella se adapte a nosotros y no al revés, como parece estar ocurriendo. Y si parte de ese proceso consiste en decir “no, no la quiero”, pues adelante, aunque vayas contra la conrriente. Tenemos que ser mas selectivos, y sobre todo, mas dueños de nuestro tiempo (entre otras cosas, para reivindicar la naturaleza)… Gracias por tu reflexión…
@Yoriento: Se nota que sabes bien, como psicologo de lo complejo y lo profano, las disonancias que pueden producirse entre el “querer” y el “deber”. Un poco de disciplina es buena para el cuerpo y la mente, sobre todo en espíritus creativos. En esa linea sostengo que Internet se esta convirtiendo en una adicción para muchas personas. Sin alarmismos, conviene tomarse esto con un poquito mas de seriedad. El “desapego”, efectivamente, es un concepto iluminador… por lo menos lo ha sido para mi.
En cuanto lo segundo que dices, es cierto que la desconexion depende mucho del metabolismo del descanso/trabajo que tenga cada uno. Pero me parece muy interesante lo que comentais tú y @Cumclavis sobre el coste de conectar despues del descanso. Invito a que os pregunteis por qué os cuesta tanto “re-conectar”, ¿es un atributo del caracter, de la personalidad, son los genes… o depende de “la calidad” del material que nos espera al regreso? ¿no dependerá del ratio marrones/caramelos que hemos dejado abiertos antes de la desconexión?
En mi caso, si me esperan muchos marrones, el “coste de re-conexion” es elevado, pero tambien tengo que decir que, en general, el descanso bien aprovechado (con desconexion total) en mi caso potencia tanto mis energias, me renova tanto, que hace que ese coste se note mucho menos. Si estoy fresco y renovado, reconectar está chupa’o, pero teniendo en cuenta el ratio al que me he referido, que influye mucho.
@cumClavis: Gracias por valorar el post. Estamos totalmente de acuerdo, no se debe generalizar. Caben muchas perspectivas aquí y yo solo he planteado la mia. Es un menú del que cada uno debe tomar lo que más le vaya, pero sí que conviene revisar las premisas y reflexionar. Nada es estático.
“Desconexión” y “desintoxicación” no son lo mismo, pero para mi van parcialmente juntos. La mayoría de nosotros tenemos dosis (mayores o menores) de intoxicación… eso es innegable. Vivimos en al sociedad del desequilibrio anti-natural. Por eso defiendo la desconexión que, entre otras cosas, ayuda a desintoxicarse. Todo parte, por cierto, de reconocer esas dosis de intoxicación (laboral, digital, medioambiental, política, etc.) que acumula nuestro cuerpo-mente despues de varios meses de girar dentro de un bucle inconsciente de afinidades, es decir, de rutinas (auto) impuestas. Mi premisa es reconocer que tengo cierta intoxicación digital y laboral, en dosis que si no las aligero con “desconexión”, pueden a la larga hacerme daño, o penalizar mi creatividad.
El debate de si los “adictos” hacen o no lo que quieren podemos dejarlo para otra ocasion, porque es complejo. Pero en términos prácticos, suelo pensar que “lo que quiero” es lo que me pide la mente, lo que me reclama mi pedigueño interior. No vale mucho que en mi yo “mas interior” desee otra cosa, porque ese pedigueño pide chillando lo que quiere, mientras que el yo profundo (en mas cercano al “deber”) apenas se escucha… se anula. En esas condiciones hay que echar mano del “deber” con mayusculas, eso sí, intentando jugar con estimulos e incentivos que hagan el trayecto menos pesado. Si acallas al “pedigueño”, entonces terminaras escuchando al “querer” mas autentico… pero primero lo primero.
@Alberto: La naturaleza es una pasada, amigo. Hacemos bien en reinvindicarla. He tenido sentimientos y sensaciones muy enriquecedoras mientras subia montañas en Andorra. Es una introspección maravillosa, en comunion con el medio. Gracias por pasarte por aqui….
Alberto
Yo comparto que la “desinfoxicación” es saludable. Tener una vida sana de vez en cuando, hace que se renueve la visión humana de lo que hacemos, para que lo hacemos.
Ver un poco adentro, es sano y necesario. La introspección solo se logra plenamente en comunión con la naturaleza.
Bienvenido amigo, es bueno leerte.,
Alberto
cumClavis
Como ya te he comentado en twitter, me parece un post excelente que refleja claramente un punto de vista sobre un tema complejo en el cual es difícil generalizar, como en casi cualquier hipótesis… En mi caso particular coincido con el comentario de Alfonso [Yoriento].
No me queda claro el tema de las adicciones. En éstas el componente volitivo está en cuestión. Creo conveniente diferenciar, en este caso entre “desconexión” y “desintoxicación” ¿no crees?
Yoriento
“Veo la desconexión como un deber sano, que conviene practicar aunque el cuerpo no te lo pida.”
Es que el body, como decía la canción, sólo disfruta de lo inmoral, lo ilegal o de lo que engorda. Incluido internet 😉
Excelente reflexión, especialmente en lo que se refiere al desapego. De cualquier forma creo que el debate sobre desconexión parcial o total va un poco en la línea de cada estilo de vida. Para mí un tiempo desconectado supone un enorme esfuerzo para ponerme de nuevo en línea. Pero lo pensaré 😉
JT
Bravo, has vuelto con las ideas realmente claras, superando mis expectativas. Y la foto esa entre las dos paredes de ¿hielo? es una pasada.
Yo añadiría una cosa: se puede llegar a “atomizar” el punto 7) hasta la unidad “día”. No voy a entrar en el conocido discurso sobre el equilibrio rutina – variación, pero uno de los mejores momentos de mi vida fue cuando logré por un tiempo tener algunos “ratos para” durante el día. El rato de desayunar, el de paladear algún texto exquisito (Tagore es balsámico), el de trabajar, el de las tareas del hogar, el de “curiosear” libremente, el de salir a mover el cuerpo un rato…
De ese modo, cada cambio de actividad (algo como la migración que dices tú, pero en franjas más pequeñas) supone una desconexión y/o descanso con respecto al anterior. Y al final de un día variado, se tiene la plena y satisfactoria sensación de “haber vivido ese día”… que es casi lo mejor que le puede pasar a uno.
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Por otra parte, un día se me ocurrió una tesis curiosa: si pensamos que el hombre se protegió de la naturaleza para poder desarrollarse cultural y tecnológicamente, y lo extrapolamos, ¿ha llegado por fin el día en que el hombre tiene que protegerse de la cultura y la tecnología para desarrollarse en algún otro aspecto? ¿Buscaremos refugio en espacios blindados a las radiaciones, al magnetismo y al ruido tecnológico?
Y de ahí, algunas más: ¿Podrán ser esos espacios, sencillamente, visitas de vuelta a la naturaleza salvaje? ¿Nos servirá la naturaleza para escapar del entorno que creamos para escapar precisamente de ella? Actualmente parece realmente que sí, pero… ¿Quedará en unos años naturaleza salvaje a la que retornar, o sólo un simulacro expresamente creado? Pero estas estas preguntas ya rozan el off-topic, mejor lo dejamos aquí.